Existen,
en la actualidad, millones de gerentes. Hay incluso algunos que sin
tener nadie a su cargo, ostentan un título que aparenta que los
tuvieran: un técnico informático se hace llamar un gerente de sistemas
o, un administrador, gerente de oficina.
"Parece que estamos obsesionados con la
gerencia. Cualquier empresario que se respete tiene que tener un MBA (un
master en administración de empresas), una estantería llena de libros
de gestión y un vocabulario repleto de frases como "soluciones
escalables" o "pensamientos de cielo azul"", reflexiona la columnista
del Financial Times, Lucy Kellaway, en un artículo especial para la BBC.
"¡Pensar que logramos llevar a cabo la
Revolución Industrial sin tener ningún MBA! En ese entonces, nadie
pensaba en el concepto de gerencia y la palabra misma no se aplicó a las
empresas de manera generalizada hasta el siglo XX", completa.
En tanto, Chris Grey, profesor de estudios organizacionales de la Universidad Royal Holloway de Londres,
cuenta a la BBC que "hay una serie de significados originarios de la
palabra management (dirección o gestión). Uno de ellos tiene que ver con
la gestión del hogar, del francés menager".
"Pero también tiene un significado, en la cultura popular de principios del siglo XIX, de deshonestidad", agrega el académico.
En su obra "La Riqueza de las Naciones",
Adam Smith se hace eco de la desconfianza hacia los managers en la
época. "No se puede esperar que los directores de las compañías que son
gestores de un dinero ajeno lo vigilen con el mismo cuidado con el que
suelen vigilan el propio los socios de una empresa", apunta.
Cuando cambió todo
Tal como publica la BBC, a finales del siglo XIX, un ingeniero de Filadelfia, Estados Unidos, llegó con una idea muy clara de lo que significa la gestión: eficiencia.
Frederick Taylor fue el primer consultor
empresarial de la historia y la corriente que creó pasó a llamarse
administración científica.
Taylor creía que todo proceso podía
optimizarse. El trabajador medio, pensaba Taylor, no era muy brillante
por lo que la solución era un sistema rígido con un gerente a cargo que
lo hiciera funcionar.
"Sólo a través de la estandarización
forzosa de los métodos, la adopción de las mejores herramientas y
condiciones de trabajo y de la cooperación forzosa, se puede asegurar la
aceleración del ritmo de trabajo", afirmaba.
Y, a su juicio, "la labor de asegurarse
la adopción de los estándares y la cooperación sólo se puede lograr a
través de la gestión."
Los apreciados estudios de
Taylor de "tiempos y movimientos" se usaron en un principio en fábricas
pero no tardaron en llegar a las oficinas.
Su discípulo William Leffingwell comenzó aplicando estos métodos en los trabajadores de oficina a principios del siglo XX.
Se llegó a obsesionar con cómo abrían el
correo y vio "un montón de pequeños movimientos inútiles" como estirar
la mano dos veces para tomar alfileres porque la bandeja donde estaban
se había movido un par de centímetros, relata la BBC.
También se obsesionó con tener el
escritorio ordenado: "Todos los empleados deben aprender el sistema del
escritorio y se les debe vigilar de cerca hasta que lo hayan aprendido
de memoria", decía.
"Para asegurarse de que lo están
haciendo bien, pregunte de repente por un borrador o una regla u otro
elemento que no se usa continuamente y vea cuánto tiempo tarda en
encontrarlo. Si no lo encuentra a la primera, sin una mínima pérdida de
tiempo, es que no ha aprendido la lección".
Mando Medio |
Le apasionaban los detalles y llegó a
pedirle a uno de sus subordinados que hiciera un estudio para averiguar
cuánto tardaba la tinta en evaporarse y descubrió que los tinteros de la
variedad que no se evaporaba podían llegar a ahorrar u$s1 al año por
tintero. Esta actitud, asegura la nota de la BBC, aún se puede encontrar
en la mayoría de oficinas hoy en día.
En la
actualidad existen millones de managers. Hay incluso algunos que sin
tener nadie a su cargo, ostentan un título que aparenta que los
tuvieran. Pero, ¿cómo y cuando surgieron los mandos medios?
El surgimiento de los mandos medios
Con el crecimiento de compañías en la primera parte del siglo XX, el avance en la administración no se detuvo.
Y con la proliferación de managers, algunos de ellos tenían que recibir
órdenes de otros superiores también. Ahí surgieron los mandos medios.
Para ser eficaz en ese nuevo rol, eran
necesarias algunas cualidades. En opinión del sociólogo estadounidense
C. Wright Mills, un manager exitoso tenía que "hablar como un hombre de
negocios, de manera competente y tranquila".
En ese entonces no se hablaba de
diversidad y menos de autenticidad. Se trataba sólo de estar conforme y
trabajar duro, recuerda Kellaway en su artículo.
Según el sociólogo William Whyte, para ser manager hacía falta una amplia gama de cualidades.
"Hoy en día, el empresario debe mostrar
que disfruta de escuchar con empatía a sus subordinados y del trabajo en
equipo en la mesa de reuniones", asegura. "No es suficiente con que
trabaje duro, también tiene que ser un buen compañero", añade.
Y en esa primera mitad del siglo pasado,
el balance entre la vida profesional y personal no existía. Un director
de ventas le confesó a Whyte que estaba deseando que sus hijos
crecieran para no tener "la sensación de culpabilidad de que les estaba
descuidando".
Con la proliferación de los
managers también surgieron nuevos títulos profesionales que eran una
manera de etiquetar a la gente y una forma barata de hacer a los
trabajadores felices otorgándoles estatus.
Así lo resumió la revista Office en
octubre de 1955: "Si bien es cierto que las funciones del señor Bloggs
-un empleado veterano- son, estrictamente hablando, las de un trabajador
senior, no le hará ningún daño a la compañía darle el cargo de
inspector. Y probablemente el que el señor Bloggs vea su nombre al lado
de ese cargo le dará un impulso moral, por no hablar del hecho de que su
mujer podrá mencionarlo en sus conversaciones con esa odiosa señora
Jones que insiste en recordarle que su marido es el gerente de la línea
de exportaciones de la compañía Makepeace and Farraday".
El culto a la gerencia, con sus
leyes no escritas y sus títulos insignificantes, estaba cambiando la
forma en la que la gente veía a las oficinas desde fuera. El
héroe de ficción ya no era un escriba esquelético sino un mando medio
que trabaja en un mundo que podría haber salido de la pluma de Franz
Kafka.
"Vivo en la era de la gerencia, en un
mundo de administración. El peor demonio ya no nace en esas escenas del
crimen sórdidas que imaginaba Dickens. Tampoco surge en campos de
concentración ni en campos de trabajo forzado", dice, a modo de
descripción, CS Lewis.
Y concluye: "Se conciben oficinas
limpias, alfombradas, cálidas y bien iluminadas por parte de
trabajadores encorbatados, con las uñas cortas y perfectamente afeitados
que no necesitan levantar la voz para hablar".
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